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Cada vez mueren más menores por sobredosis. ¿Podrían los pediatras ayudar más?

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Un joven de 17 años, con el pelo rubio desgreñado, se subió a la balanza del Centro de Salud Familiar Tri-River de Uxbridge, en Massachusetts.

Después que lo pesaran, caminó hacia un consultorio decorado con calcomanías de planetas y personajes de dibujos animados. Una enfermera le tomó la presión arterial. Un pediatra le preguntó por sus estudios, su vida familiar y sus amigos.

Parecía un examen de rutina para adolescentes, de los miles que se hacen a diario en consultas pediátricas en el país. Hasta que el doctor Safdar Medina le preguntó:

“¿Tienes deseos de consumir opioides?”. El paciente negó con la cabeza.

“¿Ninguno, en absoluto?”, volvió a preguntar Medina para confirmar.

“Ninguno”, respondió el adolescente, llamado Sam, con voz tranquila pero segura.

(En este artículo sólo se utiliza el nombre de pila de Sam porque, si se publicara su apellido, en el futuro podría ser discriminado en la búsqueda de vivienda y empleo por haber consumido drogas).

El doctor Medina está tratando a Sam por su adicción a estas drogas. Le receta un medicamento llamado buprenorfina, que reduce las ansias de consumir las píldoras de opioides más peligrosas y adictivas. Los análisis de orina de Sam no muestran signos de Oxycontin o Percocet, las pastillas que él compraba en Snapchat y que alimentaron su adicción.

“Lo que realmente me enorgullece de tí, Sam, es tu esfuerzo por estar mejor”, lo felicitó Medina, que trabaja en el UMass Memorial Health.

La Academia Americana de Pediatría recomienda ofrecer buprenorfina a los adolescentes adictos a los opiáceos. Sin embargo, según los resultados de una encuesta, solo el 6% de los pediatras informa haberlo hecho alguna vez.

De hecho, al mismo tiempo que las recetas de buprenorfina para adolescentes fueron disminuyendo, se duplicaron las muertes por sobredosis en niños y adolescentes entre 10 y 19 años. Estas sobredosis, junto con los envenenamientos accidentales por opioides en niños pequeños, se han convertido en la tercera causa de muerte infantil en Estados Unidos.

“Estamos realmente lejos de donde deberíamos estar y nos encontramos bastante atrasados en varios aspectos”, comentó Scott Hadland, jefe de Medicina para Adolescentes del Hospital General de Niños de Massachusetts y coautor de una encuesta entre pediatras sobre el tratamiento de adicciones.

Los resultados de las entrevistas mostraron que muchos pediatras no creen tener ni la formación adecuada ni el personal necesario para atender pacientes con adicciones, aunque Medina y otros médicos que sí lo hacen afirmaron que no han tenido que contratar más personal.

A photo of a pediatrician speaking to a seated child patient.
Como parte de su práctica pediátrica, Safdar Medina trata el trastorno por consumo de opioides. Durante una cita reciente en una clínica en Uxbridge, Massachusetts, Medina cambió la receta de buprenorfina de un paciente adolescente a una forma inyectable y habló sobre su escuela y su vida social.(Martha Bebinger/WBUR)

Algunos entrevistados explicaron que no atienden un número de pacientes que justifique formarse en esa especialización y otros piensan que la atención de adictos no es responsabilidad de la Pediatría.

“Gran parte de esas ideas son producto de la educación que reciben los médicos”, dijo Deepa Camenga, directora asociada al área pediátrica del Programa de Medicina de Adicciones de la Escuela de Medicina de Yale. “Como se considera algo muy especializado, no está incluido en la formación médica habitual”, explicó.

Camenga y Hadland mencionaron que las escuelas de Medicina y los programas de residencia pediátrica están trabajando para incorporar información sobre trastornos por consumo de sustancias a los planes de estudio. Esto incluye cómo abordar el consumo de drogas y alcohol con niños y adolescentes.

Sin embargo, los programas de estudio no cambian lo suficientemente rápido como para ayudar a la cantidad de jóvenes que luchan contra una adicción y mucho menos a los que mueren después de tomar una sola pastilla.

Es una paradoja perversa y mortífera: mientras disminuye el consumo de drogas entre los adolescentes, las muertes asociadas a las drogas han aumentado.

La principal causa es la falsificación de pastillas de Xanax, Adderall o Percocet, adulteradas con fentanilo, un poderoso opioide. Casi el 25% de las muertes recientes por sobredosis en jóvenes de 10 a 19 años se atribuyeron a estas pastillas.

“El fentanilo y las pastillas falsificadas realmente están complicando nuestros esfuerzos para frenar las sobredosis”, dijo Andrew Terranella, experto en Medicina de adicción y prevención de sobredosis en adolescentes de los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC). “Muchas veces, estos jóvenes sufren una sobredosis sin siquiera darse cuenta de lo que están tomando.”

Terranella, que ejerce en Tucson, Arizona, opina que los pediatras pueden ayudar mucho si refuerzan la detección del consumo de drogas en sus pacientes y conversan con ellos sobre los riesgos.

También sugiere que receten más naloxona, el aerosol nasal que puede revertir una sobredosis. Está disponible sin receta, pero Terranella cree que una receta médica puede tener más relevancia para los pacientes.

De vuelta en el consultorio, Sam estaba a punto de recibir su primera inyección de Sublocade, una forma de buprenorfina que dura 30 días. Está cambiando a las inyecciones porque no le gusta el sabor de Suboxone, unas tiras orales de buprenorfina que debía disolver debajo de su lengua. Las escupía antes de recibir una dosis completa.

Muchos médicos prefieren recetar las inyecciones porque los pacientes no tienen que recordar tomarlas todos los días. Pero la inyección es dolorosa y Sam se sorprendió cuando le dijeron que se la aplicarían en el vientre durante 20-30 segundos.

“¿Ya casi terminamos?”, preguntó Sam, mientras una enfermera le pedía que respirara hondo. Cuando terminó, el personal bromeó en voz alta diciendo que incluso los adultos suelen decir palabrotas cuando les ponen esa inyección. Sam dijo que no sabía que eso estaba permitido. Lo que más lo preocupaba era si un dolor residual podría interferir con los planes que tenía esa noche.

“¿Cree que podré hacer snowboard esta noche?”, le preguntó al doctor.

“Estoy absolutamente seguro de que podrás hacer snowboard esta noche”, lo tranquilizó Medina.

Sam iba a ir con un nuevo amigo. Hacer nuevos amigos y cortar lazos con su antiguo círculo social de adolescentes que consumen drogas ha sido una de las cosas más difíciles, dijo Sam, desde que entró en rehabilitación hace 15 meses.

“Hay que concentrase en encontrar la gente adecuada”, dijo Sam. “Ese sería mi mayor consejo”.

Para Sam, encontrar un tratamiento contra la adicción en un consultorio repleto de rompecabezas, juguetes y libros ilustrados no ha sido tan extraño como imaginaba.

Su madre, Julie, lo había acompañado a la consulta. Dice que está agradecida de que la familia haya encontrado un médico que entiende a los adolescentes y a las adicciones.

Antes de empezar a ir el Centro de Salud Familiar Tri-River, Sam estuvo siete meses en tratamiento residencial y ambulatorio, sin que le ofrecieran buprenorfina para ayudarlo a controlar los impulsos de consumir y prevenir las recaídas. Sólo uno de cada cuatro tratamientos residenciales para jóvenes la ofrece. Cuando Sam volvió a sentir fuertes deseos de consumir opioides, un consejero le sugirió a Julie que llamara a Medina.

“Dios mío, ojalá hubiera traído a Sam aquí hace dos o tres años”, dijo Julie. “¿Habría cambiado lo que sucedió? No lo sé, pero hubiera sido un nivel de atención más adecuado para él”.

A algunos padres y pediatras les preocupa administrar buprenorfina a un adolescente, ya que puede producir efectos secundarios, incluida la dependencia a largo plazo. Los pediatras que la recetan evalúan el efecto de los posibles efectos secundarios en relación con la amenaza de una sobredosis de fentanilo.

“En esta época, en la que los jóvenes mueren a un ritmo realmente sin precedentes por sobredosis de opiáceos, es fundamental que salvemos vidas”, afirmó Hadland. “Y sabemos que la buprenorfina es un medicamento que salva vidas”, agregó.

El tratamiento de una adicción le puede insumir mucho tiempo a un pediatra. Sam y Medina se envían mensajes de texto varias veces a la semana y el pediatra recalca que no comparte ningún intercambio que Sam haya pedido que fuera confidencial.

Medina dice que tratar el trastorno por consumo de sustancias es una de las cosas más gratificantes que hace. “Si podemos solucionarlo”, dice, “habremos formado un adulto que ya no tendrá que preocuparse por estos problemas de por vida”.

Este artículo es producto de una asociación que incluye a WBUR, NPR y KFF Health News.

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